De la suerte, la fortuna y la casualidad
02/09/2021
Escenario 1
Agosto 2001, (que veinte años no es nada…) Estoy en un proceso de selección para entrar a formar parte de un proyecto profesional que marcó mi rumbo, con dos personas de las que aprendí mucho. Aprendí, sobre todo, a trabajar, y a comprender lo complejo de las relaciones interpersonales e interculturales. El reto, se podría decir, era llevar a cabo un proceso de transformación muy ambicioso, que en su día quedó definido como “sacar el alma de la empresa del cajón”. No soy capaz hoy en día de evaluar si logramos transformar mucho la empresa, sí tengo claro que aquello nos transformó a nosotros. Creo que fuimos, por ello, muy afortunados de poder estar en aquel lugar, en aquel momento. En las próximas semanas se cumplen 20 años de aquel reto…Casi nada. Fueron 10 años remando contra el viento, y aún siento agradecimiento profundo por haber sido parte de aquello. Como la gente que escribe en las paredes “yo estuve aquí”.
En aquel proyecto descubrí a Maquiavelo. Esta frase suya se convirtió en el lema de nuestro desafío:
«No hay nada más difícil de planificar, ni más peligroso de gestionar, ni menos probable de tener éxito, que la creación de una nueva manera de hacer las cosas. Ya que el reformador tiene grandes enemigos en todos aquellos que se beneficiarían de lo antiguo, y solamente un tibio apoyo de los que ganarían con lo nuevo. La tibieza proviene en parte del miedo a los adversarios, que tienen las leyes a su favor, y en parte de la incredulidad de la humanidad, que en realidad no cree en nada nuevo hasta que lo haya experimentado.»
El Príncipe (1513). Nicolás Maquiavelo
Esa frase me ha seguido acompañando, pues en el fondo y desde entonces sigo siendo una “reformadora” y vendiendo brújulas, como alguien me dijo, a personas y organizaciones que buscan un nuevo norte. Maquiavelo también me sigue acompañando, porque su obra permite comprender las intrigas políticas e institucionales que empapan las relaciones, los gobiernos, los estados, y las organizaciones públicas y privadas, y esta es una de las claves en gestión del cambio. Me pregunto si hay otras personas, en otros lugares del mundo, que también se hayan inspirado en Maquiavelo para avanzar en procesos de transformación, personales o sistémicos. Saber manejar esta diplomacia corporativa es un activo aún más valioso que la técnica o el conocimiento. Afortunados los que tienen un don natural para las relaciones, suelen salir airosos de casi todas las situaciones, y así van aprendiendo a moverse en la complejidad de lo humano y lo institucional.
En ese intenso e interesante 2001, en algún lugar de Afganistán hay un libro en un mercado local que alguien comprará y conservará largo tiempo.
Escenario 2
Un hombre consigue embarcar en un vuelo en el Aeropuerto de Kabul, rumbo a Madrid. Lleva muy pocas cosas materiales consigo. Quizá es profesor, o empresario, quizá simplemente es una persona curiosa e inquieta, aficionado a la lectura. Ahora pasará tres días en la Base Aérea de Torrejón y desde allí partirá a alguna provincia donde alguna ONG le proporcionará acogida durante los próximos meses. Comienza una nueva vida, un proceso de transformación profundo ante él, no sé quién es ni a dónde fue, si llevaba miedo, ilusión, inquietud. No sé su nombre. Todos allí parecen y se muestran afortunados y agradecidos por haber podido salir de Afganistán. Con lo puesto.
Cuando sale de la Base Aérea de Torrejón sigue llevando muy pocas cosas, apenas una pequeña mochila con productos básicos de higiene y documentación. Deja atrás unos zapatos viejos, y abandona un libro sobre su catre. Una de las pocas posesiones que trajo consigo desde Afganistán.
Escenario 3
Soy voluntaria de Cruz Roja Española. He tenido el privilegio de trabajar en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz con los refugiados afganos. He prestado apoyo como traductora-intérprete, sirviendo comidas, repartiendo ropa, apilando cajas, facilitando llamadas telefónicas…De todo un poco y todo necesario. El 30 de agosto, cuando se marchó la última familia recogimos y cerramos el campamento. Fui con dos compañeras a un gimnasio a desmontar. Sábanas y mantas en una montaña para llevar a limpiar, basura por otro lado, ropa vieja por otro. Y encima de un catre, un pequeño libro: “The Prince”, Niccolò Macchiavelo, mirándome fijamente.
Un hombre afgano eligió este libro para llevar en su mochila hacia España, y lo dejó atrás en Torrejón, quizá para que alguien lo encontrara, quizá por falta de espacio.
Me pregunto si este libro le marcó a él tanto como a mí. Me gusta pensar que este libro me conecta con este afgano, que él encontró aprendizajes, como los encontré yo, que se siente agradecido por haber podido salir de allí, que sabrá manejar su proceso de transformación, y que ahora la fortuna le acompañará. Quisiera saber qué le hizo elegir este libro, y no otro, para llevarlo en su pequeño hatillo.
La conjunción
Nunca he creído en la suerte. Para tener suerte, me dijo una vez mi querido Luis Abril, hay que buscarla y merecerla. Sí creo en la fortuna, en las oportunidades favorables que puedes encontrar en tu camino, siempre que estés atento y escuches lo que te llega; afortunada, si, suertuda, no…. Afortunados los que han podido salir de Afganistán, que no son gente con buena suerte. La fortuna es hermana de la gratitud.
Hay personas que nos dejan huella. Hay libros que te cambian el rumbo. Hay situaciones, vivencias, que de pronto hacen que todo cobre sentido. Que recogen señales de vida, creando una situación en la que todo confluye, donde comprendes, recuperas y vuelves a dar valor, otro valor, a lo que un día ocurrió, viste, leíste o encontraste.
También Maquiavelo en un capítulo explica el poder de la fortuna. Sin embargo, afirma que no todo debe dejarse en manos de esta, sino que se ha de estar preparado para las adversidades de tal modo que se les pueda hacer frente.
Gracias Luis Abril, gracias Alberto Andreu, gracias, Maquiavelo, y gracias amigo afgano que dejaste tu libro atrás. Deseo que la fortuna te acompañe siempre, que el agradecimiento sane tus heridas, y que solo tengas que dejar atrás aquello que tú elijas dejar. Que seas feliz y encuentres la paz allí donde vayas. Eres la prueba de que no existen las casualidades, existen las causalidades.
Querida amiga,
Estoy leyéndote en un banco de un jardín de Santiago. Es tarde, pero he salido a reflexionar y en mi reflexión, ha surgido tu texto, El príncipe, y esa frase que siempre me acompaña desde que he decidido dedicarme a la innovación.
Cierto, no hay casualidades, hay causalidades, acciones, pensamientos que nos conectan más allá de lo que somos capaces de ver.
Gracias por tu generosidad y por compartir esta experiencia.
Tal cual, la buena suerte hay que buscarla y pelearla. El problema viene con la mala, que te encuentra muchas veces si la que tú te la merezcas….