28 de diciembre de 2021
Una persona que me conoce bien (y aun así me quiere ), me dijo hace un tiempo: ¡qué bonito trabajo tienes, tú te dedicas a vender brújulas! Acompañar a las organizaciones (y a las personas) en la definición de su modelo ético es una tarea que me ha dado muchas satisfacciones, aunque a otros, aquellos que se benefician de un sistema mediocre y de sus impunidades, se las haya restado.
Los últimos meses están siendo muy convulsos para las personas, y para las organizaciones. Asistimos a una ciclogénesis explosiva de incertidumbre, y además de no saber manejarnos, estamos más pendientes de saber cuándo acabará, que de aceptarla como compañera de viaje. En este contexto, hoy quiero traer una reflexión respecto de la ética como brújula, en estos tiempos en que andamos un poco desnortados.
Vivimos en un planeta donde cerca de un sexto de la población muere por desnutrición y otro sexto muere por malnutrición; donde un 52% de los europeos piensan que el soborno es utilizado habitualmente para hacer negocios con la administración pública (1), y 220 millones de niños y niñas son víctimas de la violencia y la explotación sexual (2). ¿Acaso esto no tiene que ver con la ética?
El mundo se enfrenta en este momento a grandes dilemas sociales, laborales, medioambientales, que se intentan resolver con la política y con acuerdos de alto nivel. En el campo de la medicina, de la inteligencia artificial, de la ciberseguridad, en el uso y el impacto de las redes sociales, cada día surgen cuestiones que no pueden resolverse con el mismo nivel de razonamiento moral que hace 20 años. ¿Acaso no son dilemas éticos?
Que sí, que algo tiene que ver todo lo anterior con la ética lo tenemos claro. Pero nos limitamos a mirar lo que ocurre, a exclamar que es una vergüenza, a pensar que es por la falta de ética de otros, y que poco podemos hacer individualmente más allá de hacernos donantes de órganos o voluntarios de una ONG. Y no vemos que ahí puede estar la solución, no vemos que justamente la ética puede ser la brújula que nos falta para encontrar el norte, resolver muchas preguntas, clarificar muchas decisiones. Quisiera exponer algunos ejemplos claros de cómo la ética, como brújula, puede ofrecer soluciones concretas a algunos retos de las organizaciones y de las sociedades en estos momentos.
En aras a la positividad, y como primer ejemplo, pensemos en algunas organizaciones que, a pesar del entorno tan complejo e incierto que nos rodea, siguen caminando firmes. Son organizaciones que cumplen tres características:
- tienen muy claro su rumbo, su visión, su propósito, podemos darle nombre que queramos
- han optado por un modelo de identidad, cultura y gestión donde la ética tiene un peso específico. Han definido este modelo, y en él se incluyen límites y líneas rojas.
- han sabido integrar ambas piezas: la ética forma parte de su visión, porque han comprendido que casi nunca es un objetivo conseguido, sino un destino por el que pelear cada día y sin bajar la guardia.
Y esto es, en mi opinión, lo único que puede mantener el barco en movimiento, aunque fuera haya mar gruesa. Contar con un marco claro y consensuado, explicado y asumido por las personas que comparten un proyecto, es la mejor brújula a la hora de tomar decisiones. Primera aplicación, pues, mantener la estabilidad y el barco en movimiento constante, a pesar de las malas condiciones del entorno y seguir en ese rumbo con tanta mayor determinación cuanto peores son las condiciones.
Si aterrizamos un poco más la idea anterior, vemos que la ética también ofrece orientación a la hora de seleccionar personas, a las que sí queremos a bordo, pero sobre todo a las que no. La definición previa del espacio y sus límites permite regular de una manera segura quién entra y sale, sin arbitrariedades ni sesgos personales. Lo que diferencia la ética aplicada (la ética empresarial es ética aplicada) de la filosofía es que es práctica (no sólo por ser cuantificable), es la reflexión sobre la moral puesta en práctica con criterios, con herramientas para garantizar que la reflexión ocurre y que determina la toma de decisiones. Por lo tanto, medir es necesario, para poder vincularla a la práctica, a hechos, a acciones concretas, a procesos. (3)
Hoy en día el modelo de ética y valores que una organización define puede trasladarse a herramientas que miden cuantitativa y cualitativamente quién está más alineado y quién aporta más a la construcción del ethos corporativo. Se puede desarrollar un formato de entrevista de selección que nos permita conocer si la persona está, a priori, en la línea de comportamiento que la organización quiere mantener y defender. De la misma manera permitirá tomar decisiones de salida cuando alguien rema en contra de la organización. Pero si no le has dado el rumbo, no podrás explicarlo igual. El modelo ético puede incorporarse, incluso, a la retribución variable de las personas, estableciendo un sistema que permita evaluar el grado de adhesión al mismo a través de comportamientos e indicadores definidos previamente.
Alinear a las personas en una organización en torno a unos valores concretos y unos comportamientos definidos, no es un ejercicio de buenismo ni una acción de marketing interno. Para asegurar que las personas que trabajan en una empresa caminan en una única dirección, es necesario darles las coordenadas del destino, pero también explicarles de qué maneras queremos llegar allí, y de qué maneras no estamos dispuestos a llegar. Sí, es cierto, esto no es lo único que hace falta, tienen que existir otras muchas condiciones alrededor: económicas, de mercado, sociales, estratégicas… Sin embargo, todo eso, los procesos, los sistemas, los recursos… son elementos necesarios, pero no suficientes. Si todo eso está, y el rumbo no está definido, no funcionará, y si los comportamientos no son los adecuados, el objetivo no se alcanzará, ni servirá para nada. De la misma manera, si una persona cumple a priori todos los requisitos técnicos y/o profesionales, pero no es la persona adecuada, no nos interesa que esté en el barco con nosotros… La eficiencia de una persona, podríamos decir, en términos de contribución a un proyecto es una fórmula que podríamos llamar (R-M), es decir: resultados menos molestias. A veces sale negativa. Y a veces sale positiva por poco, y se mantiene en empresas a personas muy molestas que aportan grandes resultados…pero en el medio/largo plazo, esto no es rentable casi nunca. Existe un riesgo, que muchas empresas han detectado, de pérdida de talento “colateral” cuando esta fórmula muestra resultados negativos o dudosos. Segunda utilidad de esta brújula, pues, seleccionar a las personas y alinearlas frente a un objetivo común.
La ética también actúa como brújula dando sentido a las acciones y decisiones. Nos permite ver un para qué en lo que tomamos, y en lo que dejamos atrás. Nos ayuda a ampliar la mirada e incorporar el peso de las consecuencias que pueden traer. Así, la mejor decisión para el negocio puede tener un impacto muy negativo en el equipo o en el medioambiente o en la comunidad local, generando un daño que resta sentido a las acciones. Por muy claro que esté el destino de una organización, en momentos tan complejos social, financiera, relacional y pandémicamente, se generan dudas y se cuestiona hasta lo más básico. Por ejemplo, si estamos produciendo aquello que el mercado necesita; esto está llevando a algunas empresas a quedarse paralizadas. Es importante no impregnarlo todo con la incertidumbre, como si fuera un olor que se queda incorporado a todo lo que ocurre. Porque es posible, incluso es probable que, estando claro el rumbo y el propósito, no sepamos cómo vamos a hacer el viaje, qué vamos a llevar en la maleta, cuándo y dónde vamos a parar, e incluso quién viaja con nosotros… pero el destino, el rumbo, no debería cambiar si la ética está incorporada.
Poder ir cada día a una organización sabiendo que mi trabajo contribuye a una causa honesta y noble, que soy parte de la solución de algo, que existe un vínculo entre todos los que aquí remamos porque todos queremos ir allí, es el mejor elemento de motivación. Tercera utilidad, pues, dar sentido a la tarea diaria, generando un compromiso que nace voluntariamente en las personas.
Adicionalmente, la ética sirve de brújula para proporcionar un espacio seguro en el que construir relaciones sostenibles con los grupos de interés. La organización establece los límites y decide qué está dispuesta a arriesgar y a conservar en sus relaciones, y desde ahí, las personas que trabajan en la organización pueden tomar las decisiones, ya que son ellas quienes construyen las relaciones con los grupos de interés.
Por eso la organización, a través de la ética, debe ofrecerles un espacio de seguridad definido de antemano para actuar en nombre de la organización, y los mecanismos necesarios para poder solventar dudas o informar cuando existe una conducta desalineada. Por ejemplo, una persona podría encontrarse en alguna de estas situaciones:
- No tener un criterio a la hora de adjudicar un contrato a un proveedor, o no tener más criterio que el económico.
- Asistir como testigo a los comportamientos déspotas o coercitivos de una persona con su equipo, a la consiguiente destrucción del clima laboral, y riesgo de pérdida de talento.
- Escuchar como alguien miente en relación con sus propios incumplimientos o los deriva/adjudica a otras personas.
- Observar cómo alguien antepone sus intereses personales, sus preferencias, sus afinidades, a los esquemas /procesos y sistemas establecidos en la compañía.
- Conocer accidentalmente que alguien ha compartido una información confidencial a la que tiene acceso por la posición que ocupa con otras personas de la empresa (o incluso de fuera de la empresa)
- (…)
Situaciones todas ellas posibles, en las que el hecho de que exista un marco predefinido y correctamente implantado, otorga libertad y seguridad a las personas. ¿Por qué? Porque cuando alguien se enfrenta a una situación de dilema ético, probablemente buscará una referencia ética (brújula) de la organización. Si existe, la puede utilizar y sentirse razonablemente protegido. Pero si no la encuentra, podría tomar la decisión con su propio criterio, lo que sin duda deja a la persona en una situación de potencial riesgo para sí misma, y para la organización. Podría decidir callar, tolerar, mirar para otro lado, o ignorar determinadas situaciones, manteniéndose consciente o inconscientemente en una actitud de complicidad que lleva a que esos comportamientos se conserven, se normalicen, o incluso se repliquen, considerándose aceptables. O podría optar por la valentía que supone levantar la mano y señalar un comportamiento no alineado, cualquiera que sea su nivel de gravedad, sin ninguna garantía de protección. En la otra cara de la moneda, estaría la impunidad, el elemento más corrosivo del clima laboral y el bienestar de las personas. Saber que puedo contar con un mecanismo de resolución de dudas, o incluso de denuncia formal, lejos de restar libertad, la ofrece, y lejos de restar seguridad, la ofrece. Todos (para bien o para mal) contribuyen al ethos corporativo, entendido como carácter/comportamiento de la empresa a la hora de decidir, de actuar(4), así que, si tienen brújula, mejor. La ética es en cuarto lugar, un regulador del riesgo, una brújula a la hora de tomar decisiones con libertad y seguridad.
Finalmente, la brújula que ofrece un sistema ético contribuye cada día más, y es importante decirlo, a los resultados económicos de la organización y en los procesos de expansión. Porque permite que las relaciones con todos los grupos de interés sean creíbles. Las empresas que se juegan sus intereses económicos con grandes clientes están asistiendo a un incremento significativo de la presión que éstos ponen en sus potenciales proveedores. Se pide a las organizaciones que aporten información sobre sus sistemas de valores y ética, y sus códigos de comportamiento, se ha convertido en un requisito imprescindible en la arena internacional, y cada día más en un pasaporte para poder hacer negocios en algunos países. El mundo empresarial es cada día más selectivo en ese sentido: la administración pública, los grandes clientes, las grandes organizaciones internacionales, las ONGs, y especialmente y con creciente fuerza los inversores y otros actores financieros, escogen a sus socios con unos filtros cada día más exigentes en términos de ética. Es decir, la brújula te la pueden exigir, o demuestras que la tienes, o, simplemente, te quedas fuera del mercado. Si la ética vende…, quizá algunos puedan cuestionarlo, pero que la falta de ética tiene un coste de oportunidad, ya no puede cuestionarse. Así, si te quedaba alguna duda, observa la ética de tu organización como una carta de presentación comercial, pues te abrirá puertas en el mercado.
En definitiva, si sientes que tu organización está un poco perdida, o incluso tú te sientes desnortado, igual ha llegado el momento de repensar el rumbo, y junto con él, y la ética que te permitirá mantenerlo por muchas borrascas que vengan.
Notas:
(1) Global Corruption Barometer European Union 2021, Transparency International
(2) Estado Mundial de la Infancia 2021, UNICEF
(3) y (4) Mi gratitud y reconocimiento para Silvia Agulló, Doctora en Gestión Empresarial, con quien suelo tener mis mejores conversaciones sobre ética, moral, valores y coherencia